Del libro de Roberto Junquera «El estrés, otras alteraciones emocionales y tu dolor de espalda»
Frecuentemente para analizar los problemas músculo-esqueléticos asociados a una alteración postural, nos quedamos (incluidos los profesionales) en un análisis demasiado superficial, análisis de causa-efecto inmediato.
No hay duda de que las malas posturas y gestos repetitivos, mantenidos en el tiempo, son una agresión para nuestra espalda, pero con frecuencia me encuentro con pacientes ansiosos por encontrar causas externas aunque sean mínimas (el leve peso de su bolso, una hora al ordenador, tener en brazos a su hijo recién nacido…) para intentar justificar su dolor de espalda, en vez de preguntarse qué le pasa a su cuerpo para que no aguante pequeñas sobrecargas.
Yo mismo he justificado la dorsalgia interescapular derecha que padecí durante años, por la postura ligeramente inclinada al trabajar con los pacientes sobre la camilla, simplemente por el hecho de que me dolía más cuando adoptaba esa postura durante un tiempo continuado. Era mucho más sencillo echar la culpa a mi posición trabajando, que reconocer un estado de crispación constante y una pésima alimentación, que alteraban mi hígado y provocaban contracturas constantes en esa zona de la espalda. Hoy en día soy unos años más viejo, y aunque trabajo las mismas horas ya no me duele. Por eso es importante en cada problema distinguir el ¿cuándo te duele? del ¿por qué te duele?
También frecuentemente se justifican muchos problemas por factores traumáticos o microtraumáticos, que son puramente desencadenantes pero no causales.
En otras ocasiones simplemente caemos en el absurdo, al justificar un dolor de espalda de un niño por llevar veinte minutos al día una mochila sobrecargada…
Probablemente esta forma simplista de analizar los factores causales provenga de la necesidad de obtener una respuesta rápida y sencilla a la pregunta de ¿por qué?
Además, es duro asumir que tal vez a un niño le duele la espalda porque pasa doce horas al día sentado, porque está sobrecargado, por las presiones de su entorno, tal vez angustiado por algún problema; desde luego es mucho más fácil echar la culpa a la mochila.
Con esto no quiero decir que “las malas posturas” y factores traumáticos no estén detrás de muchos problemas de espalda, pero creo que se alude a estos factores con demasiada frecuencia y ligereza.